“Porque en un acto que parece irrelevante lo vamos a cambiar todo”.
Samuel Pérez Álvarez
Candidato a Diputado (electo) por el Movimiento Semilla
¡Felicitaciones al pueblo de Guatemala!
“Podrán cortar todas las flores,
pero siempre volverá la primavera.
Florecerás, Guatemala!” Julia Esquivel.
Iván Velásquez Gómez, Ministro de la Defensa de Colombia y exjefe de la CICIG
Fue mucho más que sorpresivo. Fue algo, por un lado, profundamente desconcertante y, por otro, profundamente emocionante.
Empecemos con el escenario de 2019. Exactamente a la inversa de lo que ocurrió en 2023, la candidatura presidencial del Movimiento Semilla, representada por la exfiscal general Thelma Aldana, fue cancelada por el Tribunal Supremo electoral, lo que permitió movimientos imprevistos en el resto de las propuestas. El movimiento más imprevisto de todos, la gran sorpresa progresista en la primera ronda de elecciones presidenciales en ese ciclo electoral, fue el descollo asombroso del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) que alcanzó obtener 456 mil votos a nivel nacional, sobrepasando el número de votos nulos que llegó a los 208,726 y quedando en cuarto lugar. Desafortunadamente esto no fue suficiente para descarrilar el proyecto de los partidos de la corrupción liderado por la UNE con 1,1 millones de votos, el partido Vamos y sus 614 mil votos, e incluso Edmond Mulet con el respaldo del Partido Humanista agarrando otros 493 mil votos. Tampoco Winaq pudo pasar de los 208 mil votos mientras que URNG-MAIZ tocaron techo con apenas 95 mil votos. Claramente, la ciudadanía en 2019 no se había hartado de la corrupción y cooptación del gobierno de Jimmy Morales mientras que las barbaridades e infamias políticas de Alejandro Giammattei, el candidato de Vamos que había prometido a gritos no volverse “otro hijueputa”, aunque ya se sospechaban, eran cuestión del futuro. El “voto de castigo” contra la corrupció no pasó en la primera ronda de los 650 mil votos y no pudo traducirse en un mayor espacio de maniobra para el MLP. Además, la tradicional fragmentación del voto progresista no solo no ayudó a los proyectos en oferta, sino que benefició a los partidos de la corrupción y, en la segunda vuelta, sobre todo a Vamos, el partido de Giammattei. En otras palabras, el espacio de maniobra para una opción progresista como el MLP, incluso en la Ciudad de Guatemala, estaba copada, no tenía espacio para crecer y su propio discurso esencialista y falta de articulación implicaron que no fueron capaces de conectarse con y movilizar el espíritu de La Plaza de 2015.
En 2023 el escenario ha sido totalmente diferente. Después de la exclusión de Thelma Cabrera y Jordán Rodas y su partido Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) (por acciones interpuestas por la Contraloría General de Cuentas y la Procuraduría de los Derechos Humanos), la exclusión de Roberto Arzú García-Granados y su partido Podemos (por un recurso del partido FCN-Nación que postuló de nuevo al expresidente Jimmy Morales como candidato a diputado y a su hermano, Sammy Morales, como su candidato presidencial), y la exclusión de Carlos Pineda y su partido Prosperidad Ciudadana (PC) (por un recurso interpuesto contra su asamblea nacional por el clan corrupto y criminal de los Baldizón), candidato que ya se había colocado en el primer lugar en las encuestas de opinión dominantes, muchísima gente optó por abstenerse (3,6 millones de votos o 40% del padrón electoral) o votar nulo (956,413 votos o 17.3% del total de 5,5 millones de votos emitidos) en lugar de votar ya sea por los partidos de la corrupción y la cooptación o por los partidos progresistas o de izquierdas. Aunque el partido de Pineda está dirigido por Lilian García, diputada en el actual congreso afín a Sandra Torres y su parido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), los votos que iban a Pineda no pudieron ser todos capturados por Torres. De lo contrario quizás se hubiera coronado presidenta en la primera ronda.
El claro hartazgo, descontento o alienación que provocaron la corrupción, cooptación y burda impunidad del gobierno de Giammattei, la cruda guerra jurídica que desplegó contra operadores/as de justicia, abogados/as, periodistas y activistas sociales y casos de burda corrupción como la “Alfombra Mágica”, finalmente colmaron el vaso de la paciencia ciudadana. El abandono del sistema electoral por el abstencionismo, la gran migración ciudadana hacia el espacio del voto nulo o blanco y el colapso de los partidos de cartón le abrieron, inesperadamente, aleatoriamente, una ventana de oportunidad a Bernardo Arévalo y al partido Semilla y les permitió pasar a segunda ronda presidencial con 649,080 votos, solo un 11.8% del voto emitido. De no haberse dado todos estos factores, de no haber habido esta confluencia inesperada de variables no previstas, es difícil imaginar a Semilla pasando a la segunda ronda y Torres y la UNE solo hubieran pasado de modo apretado. Recordemos que el voto por Torres y la UNE no pasó de los 868 mil votos o un 15.7% de los votos emitidos. Así que los números de 2023 con los que la UNE y Semilla han pasado a la segunda ronda presidencial son bajísimos comparados con la suma total del abstencionismo (40%), el voto nulo (17.3%) y el voto en blanco (7%).
La dialéctica de lo negativo (el abstencionismo, el voto nulo y el voto en blanco) y sus formas inesperadas de funcionar tienen impactos indeterminados, muy fluidos y, por tanto, impredecibles. Solo la negación de la negación, es decir, negarle el voto a los partidos que le negaron espacio a Pineda, Cabrera y Arzú y el rechazo a la corrupción o “voto de castigo” fue una dinámica poderosa, pero no fue algo que se tradujo directamente en un “voto de esperanza” a favor de Semilla. Repito, el voto a favor de Bernardo Arévalo y Semilla en la primera ronda presidencial tocó techo con 649 mil votos, concentrados en la Ciudad Capital, lo que es un número bajísimo en un padrón electoral de 9,1 millones de electores/as y una participación de 5,4 millones de votantes en todo el país.
Pero las variables desconocidas empezaron a manifestarse y alinearse cuando la tendencia empezó a marcarse, para este autor, a las 8:30 PM del 25 de junio. Cuando el conteo de votos alcanzó el 12%, esa tendencia ya se había vuelto una hipótesis de más confirmada cuando el conteo llegó al 25%. Al final del conteo el voto presidencial para los partidos “punteros”, como lo habían anticipado las encuestas de opinión solo dos o tres días antes del 25 de junio, se había desplomado con excepción del voto predominantemente rural (muy “indocampesino”) para la UNE. El voto por Manuel Conde y el partido oficial Vamos, por ejemplo, se desplomó a solo 431,428 votos o 7.8% del voto emitido. Cabal, el partido franquicia de Edmond Mulet, también sorprendió a todo mundo porque se desplomó completamente y contrario a lo que decían las encuestas, no pasó del 6.7%. Y el voto por la coalición Valor-Unionista, encabezada por Zury Ríos, la hija de un golpista, genocida y con prohibición constitucional y cuya campaña política puso a dormir incluso a muchos/as de sus seguidores/as, cayó todavía más bajo que Mulet y Conde y se quedó solo con un 6.56%. Resultados que nadie había anticipado en todo este ciclo electoral.
Bajo las condiciones arriba descritas, sobre todo el auge sin precedentes del voto nulo y en blanco y el desplome de los partidos de corrupción, no era imposible para Bernardo Arévalo y Semilla obtener 649 mil votos, la mayoría en la Ciudad Capital, su base social principal y cuna de las grandes protestas ciudadanas de 2015 que derribaron al gobierno desbordantemente corrupto de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti. Después de la desactivación de La Plaza, el triunfo total del proyecto de la restauración total de corrupción, cooptación e impunidad, la descarada exclusión de varias opciones presidenciales y la abierta manipulación de las candidaturas preferidas, lo que todo mundo creía y decía que era imposible es exactamente lo que ocurrió. Más allá de todo esto, sin embargo, la verdadera dialéctica de la historia trabajando en forma de las variables políticas desconocidas, tenían que activarse.
El “voto de castigo” se expresó directamente en el voto nulo y en blanco que juntos obtuvieron la inédita cantidad de 1,34 millones de votos. La exclusión de varias fórmulas presidenciales alternativas y el rechazo masivo al Pacto de Corruptos y sus propuestas presidenciales se tradujo claramente en el desplome del voto para los partidos de la corrupción. Pero mi hipótesis es, sin embargo, que fue precisamente el voto nulo y en blanco lo que abrió la ventana de oportunidad para Bernardo Arévalo, uno de los/as candidatos/as “improbables” en el ciclo electoral de 2023. Recordemos que el rechazo al sistema no se tradujo en un súbito e imposible aumento del voto presidencial para Semilla. Porque no es electoralmente imposible imaginar a un partido como Semilla obteniendo 650 mil votos incluso en una elección con más de 20 ofertas presidenciales. Pero la negación del voto nulo rebotó absolutamente a favor de Semilla. Para un partido joven, urbano y salido de las protestas ciudadanas de 2015 como Semilla, el momento había llegado, aunque nadie lo anticipó en comentarios, encuestas o reportes de prensa. Lo que hizo imposible ver las tendencias rizomáticas fue el hecho duro de que todos los signos del fraude estaban claramente dados: con lujo de corrupción y de la forma más burda posible, la restauración total había posicionado a sus tres alfiles favoritos/as: Sandra Torres, Edmond Mulet y Zury Ríos. De modo burdo (guerra jurídica) o sutil (encuestas de opinión) habían suprimido, excluido y marginalizado a las opciones alternativas, mucho más a las realmente reformistas como Semilla, ya no digamos rupturistas y refundadoras como el MLP. A un nivel más profundo, la elección de los/as electores/as ya estaba dada. Pero la astucia de la historia tenía otros planes. Así funciona lo aleatorio.
El pensador francés Gilles Deleuze desarrolló el concepto de “materialismo aleatorio” en su obra conjunta con Félix Guattari, Mil Mesetas: Capitalismo y esquizofrenia (1980). Esta versión de materialismo aleatorio es una forma de concebir la realidad y la existencia que se basa en la multiplicidad, la complejidad y la contingencia. Es un enfoque que se opone al reduccionismo y al determinismo, buscando una comprensión de la realidad que sea abierta y fluida, en lugar de cerrada y fija. Es más, en lugar de considerar el mundo como una serie de entidades y sustancias discretas, Deleuze y Guattari sostienen que todo está compuesto por multiplicidades en constante proceso de cambio y transformación. Estas multiplicidades se conectan y entrelazan de manera aleatoria, generando nuevas formas y relaciones en un flujo constante. El materialismo aleatorio implica una ruptura con las concepciones tradicionales de la identidad, la causalidad y, por tanto, fenómenos como la política. En lugar de entender las cosas en términos de su esencia fija o de una causa única y determinista, Deleuze y Guattari proponen una comprensión de la realidad como un campo de fuerzas y posibilidades, donde múltiples causas y efectos pueden interactuar de manera impredecible.
Cuando el también pensador francés Louis Althusser trabajó la idea de lo aleatorio en su obra Para un materialismo aleatorio (1985), Althusser tenía en mente algo similar a lo de Deleuze y Guattari. En esta obra, Althusser propone que la historia no es un proceso lineal y determinado, sino que está compuesta por una serie de encuentros fortuitos y contingentes que pueden cambiar el curso de la historia.
Algo similar podemos decir de Gramsci y su concepción del acto político. La respuesta de Gramsci al marxismo o a los enfoques analíticos e interpretativos puros y ortodoxos e, incluso, al aparente esencialismo, determinismo y productivismo del famoso Prólogo escrito por Marx a su Contribución a la crítica de la economía política de 1859, no es directamente desarrollar un materialismo aleatorio o del encuentro. Pero el pensamiento de Gramsci no está lejos de esto. Esto lo podemos ver en sus apuntes sobre la filosofía de la praxis en el ya muy avanzado Cuaderno 16, escrito entre 1932 y 1934.
La sorpresiva ampliación de Gramsci es que la expresión de Marx de que, cuando se trata de hacer la historia, los hombres (sic) “no lo hacen a su libre arbitrio” significa, contrario a la teoría simplista del reflejo o la “conciencia falsa”, que ese arbitrio es real pero que en general ha sido construido hegemónicamente; que es una “elección libre” pero hegemonizada; “bajo circunstancias elegidas por ellos mismos” significa, nada menos, la circunstancia del proceso hegemónico en los mismos términos en los que hablamos de la realidad del proceso de la acumulación. La pregunta para Gramsci es, como bien lo pone Rjurik Davidson, “si son capaces de hacerlo, ¿por qué las personas no hacen su propia historia?” Y la respuesta de Gramsci es que la gente no hace su historia por la combinación que, sobre su arbitrio, sus decisiones, sus sueños y pasiones así como su perspectiva ejerce, dentro de un Bloque Histórico determinado, el proceso hegemónico y el consenso ideológico dominante. Y de eso se ha encargado, por supuesto, “el educador”: El Estado ampliado y la sociedad civil que extiende y apoya ese proyecto. Gramsci reivindica, así, el momento negativo y contrahegemónico de la dialéctica, el momento del acto político que lo puede cambiar todo, como un momento crucial en el desarrollo de las luchas sociales, perspectivas ideológicas rupturistas y proyectos políticos alternativos. Este es el acto político rizomático y aleatorio que, contra toda estrategia analítica e interpretativa, hemos visto activarse en las elecciones presidenciales de 2023 en Guatemala. Sin descontar el enorme trabajo que hizo el partido Semilla, sus organizadores/as, sus voluntarios/as, en las calles, los barrios y las comunidades a donde llevaron su mensaje y donde experimentaron enorme apoyo de la ciudadanía simple y trabajadora, Las variables se traslaparon sin que nadie lo intentara.
La elección presidencial de 2023 en Guatemala nos ha provisto un ejemplo perfecto del acto político aleatorio que nace de semillas rizomáticas que se activan cuando un número indeterminado de factores y variables logran activarse y producir resultados totalmente impredecibles. En palabras de Samuel Pérez Álvarez, candidato a diputado (electo) por el Movimiento Semilla, “Porque en un acto que parece irrelevante lo vamos a cambiar todo”. Contra las encuestas, las predicciones y los/as analistas, incluyendo mi propio análisis (basado en lo que podíamos esperar por el fraude y el arreglo del sistema electoral), el impresionante auge aleatorio de Semilla nos ha inyectado de nuevas esperanzas. Se vale soñar de nuevo.
Si me quiero inscribir pero pagando en efectivo
El resultado electoral me tenía en una especie de bloqueo. Esperaba que alguien me pellizcara para decirme que es verdad. Su artículo ha sido ese pellizco: me ha deshecho el nudo, "rizómático y aleatorio" me resuenan los latidos y con ello me he dado permiso de emocionarme hasta las lágrimas. Se vale soñar de nuevo!