Entre la Ley y la Absurdidad: El Laberinto Kafkaesco de la Justicia en Guatemala
En el oscuro rincón de la realidad jurídica, donde las sombras de la corrupción y la manipulación se entrelazan, se gesta una trama digna de las páginas de Franz Kafka. En Guatemala, un país que lucha por la democracia, la justicia parece ser una ilusión, y la maquinaria legal -más corrupta y cooptada que nunca- se convierte en un arma perversa y maquiavélica -en el peor sentido de la palabra- para silenciar a disidentes y activistas que desafían al proyecto de la restaurción total.
Un Ministerio Público Corrupto: ¿Quién es el Poder Detrás de las Sombras?
En el centro de esta pesadilla legal se encuentra ahora un Ministerio Público (MP) corrompido, donde fiscales sin calificaciones académicas adecuadas u honestas y sin escrúpulos morales manipulan el sistema para perseguir a aquellos/as que amenazan los intereses de la élite gobernante y su Pacto de Corruptos/as. Toda esta trama ha descendido al despliegue desnudo de una venganza política, aporreada por un grupito envalentonado de sicarios de la impunidad muy activos en la red X y liderados por un personaje oscuro, de claras tendencias fascistas, autodenominado “VaderGT”, contra aquellos/as operadores/as de justicia honestos/as y competentes que todavía quedaban trabajando en el Organismo Judicial después de la expulsión en 2019 de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y el exilio de Juan Francisco Sandoval, el jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad entre 2015 y 2021. La venganza fue también extendida a periodistas honestos y valientes, como es el obvio caso de Juan Luis Font (exiliado en abril de 2022) y José Rubén Zamora (arrestado en julio de 2022), que a pesar de muchas amenazas y hostigamiento han expuesto en sus reportes y medios alternativos, sin temor o autocensura, los inmundos entramados del poder y la corrupción. Más recientemente, la política de venganza del MP ha sido extendida contra las autoridades electorales del Tribunal Supremo Electoral (TSE) que, despues de la elección del 25 de junio, perdieron control del proceso electoral cuando se les coló la inesperada y altamente aleatoria victoria de Bernardo Arévalo y Karin Herrera. Y en días recientes hemos visto esta venganza política adquirir un caracter mas perverso y abiertamente kafkaesco con el arresto ilegal de activistas, docentes y trabajadores/as académicos/as que, inspirados/as por las protestas de La Plaza en 2015, han desafiado actos de corrupción masivos como el fraude electoral cometido por Walter Mazariegos y sus sicarios en las elecciones para rector de la USAC en 2022. La infamia más reciente de éste régimen absurdo es el arresto arbitrario de los/as estudiantes universitarios Sergio Morataya y Heizel Morales por haber participado en la resistencia pacífica contra el fraude electoral de Walter Mazariegos en la USAC.
Con la tiranía de Consuelo Porras y un MP cooptado por la extrema derecha y el Pacto de Corruptos, Guatemala ha descendido hacia una surrealidad absurda y kafkaesca. La obra de Kafka, "El Proceso", inicia del siguiente modo: “Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo.” Cuando K quizo averiguar quién o de qué se le acusaba, la respuesta fue: “No estamos autorizados a decírselo.” Así es como se ha sentido recientemente mucha gente en Guatemala pues las detenciones ilegales se han convertido en moneda corriente y el debido proceso se desintegra ante la voracidad de una maquinaria legal sin controles democráticos, ni siquiera constitucionales.
Procesos Legales Espurios: Cuando la Justicia se Convierte en Arma Ideológica de la Muerte
Los procesos legales, en teoría diseñados para salvaguardar los derechos fundamentales, se han convertido en una farsa. Testigos anónimos o espurios (como Giovanni Fratti, cuyo “denuncia” ha sido utilizada por el MP para armar un caso espurio que intenta cancelar todo el proceso electoral e invalidar la elección de Arévalo y Herrera), pruebas manipuladas y jueces que actúan como marionetas del poder político convierten cada proceso en un espectáculo de lo absurdo. Como lo resumió Jody García en Plaza Pública:
El sábado 30 de septiembre la democracia de Guatemala amaneció más golpeada. Esa mañana, entre golpes, insultos y empujones, agentes del Ministerio Público (MP), específicamente de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI) dirigida por Rafael Curruchiche, apoyados por una valla formada por la Policía Nacional Civil (PNC), extrajeron cajas con miles de documentos originales que avalan la primera vuelta de las elecciones. La misma en la que Bernardo Arévalo, de Movimiento Semilla y Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza, pasaron a segunda vuelta para pelear por la presidencia.
En la Guatemala de la restauración total de corrupción e impunidad, la verdad se entrelaza con la ficción, y los inocentes son condenados mientras los verdaderos criminales se ocultan tras las cortinas de la impunidad. Así se despliega lo que Franz Hinkelammert llama “las armas ideológicas de la muerte”.
Guerra Jurídica: El Asedio a la Disidencia y la Democracia
En un intento desesperado por mantener el control, el sistema legal se ha convertido en una herramienta de guerra contra disidentes y activistas. Cualquier voz que desafíe la narrativa oficial es silenciada a través de tácticas jurídicas retorcidas. La democracia, que debería florecer y dar voz a la diversidad de opiniones, se ve asfixiada por una guerra jurídica sin cuartel.
Ahorita el objetivo de la maquinaria corrupta es la elección de Arévalo y Herrera. No pueden tolerar ni remotamente la posibilidad de una Nueva Primavera. Y n este desolador paisaje, un candidato progresista emerge como la amenaza más grande para aquellos/as que desean consolidar el proyecto corrupto de la restauración total de corrupción e impunidad. Las artimañas legales se despliegan para socavar su campaña y desacreditar su plataforma, creando un ambiente donde la victoria democrática parece una quimera inalcanzable.
Estamos, pues, ante un escenario donde la democracia se desdibuja entre sombras legales y los/as candidatos democráticos, ya electos por la voluntad popular, se encuentran en una lucha desgarradora contra casos legales espurios y abiertamente katkaescos. El montaje mediático del MP donde presentó su “investigación de tres fases relacionadas al Caso Corrupción Semilla” fue un verdadero ejercicio de prestidigitación legal por medio del cual problemas o equivocaciones de tipo burocrático o administrativo en el conteo o tabuleo de votos fueron elevados al nivel de un intento de “fraude” electoral e incluso un ataque articulado desde el exterior contra la soberanía nacional del país. Desde acusaciones de firmas falsas y conteos electorales manipulados lanzadas contra el partido político Movimiento Semilla hasta la pretensión explícita de declarar los resultados electorales “nulos de pleno derecho”, el MP ha hecho de la banalidad burocrática una virtud ideológica altamente preciada por sus amos y financistas. Esta maquinación legal va más allá de la mera descalificación política; es una guerra jurídica espuria e infame que busca despojar a estos/as líderes de su inmunidad legal, exponiéndolos a juicios que podrían poner en peligro no solo sus carreras, sino también el tejido mismo de la ya precaria democracia que queda en Guatemala. Pero en medio de la tormenta jurídica, estos/as líderes perseveran, defendiendo no solo sus propios derechos sino los derechos de toda la ciudadanía, no solo la precaria integridad del proceso democrático que los llevó al poder sino que la posibilidad misma de la Nueva Primavera. Su lucha es una batalla por la supervivencia de la dignidad y la verdad en un laberinto kafkaesco de acusaciones falsas, donde la sombra de la injusticia amenaza con oscurecer los cimientos de la sociedad democrática que tanto hemos trabajado colectivamente por construir.
La Presión Internacional: “Promoción Democrática” o Intervención en los Asuntos Internos de Guatemala?
A pesar de la intensa presión ejercida por Washington, que recientemente ha señalado a más de cien diputados del Congreso como actores corruptos y anunciado sanciones contra un total de 300 ciudadanos, incluendo miembros/as del sector privado, la jefa del Ministerio Público (MP) y sus fiscales permanecen imperturbables. Para ellos, estas sanciones no representan un castigo, sino más bien una medalla de honor que refuerza su compromiso con la guerra jurídica. La Unión Europea y Canadá también se han unido al coro de condenas, pero la maquinaria legal persiste sin vacilar. Y esto se ve reforzado por las mismas ambivalencias de Washington o la Unión Europea que, teniendo en su poder el instrumento de sanciones económicas contra las elites empresariales del CACIF, quienes financian a las organizaciones de la ultraderecha como la Fundación contra el Terrorismo, rehúsan utilizar esos instrumentos y se conforman con agregar nombres a sus listas de agentes corruptos o retirar visas a quiens más obviamente participan en la corrupción.
En este panorama desafiante, la Corte Constitucional emite resoluciones aparentemente contradictorias. Por un lado, defiende el orden constitucional y la transición pacífica de gobierno, destacando la importancia de mantener el orden constitucional. Sin embargo, por otro lado, dejan las puertas abiertas de par en par para que el Ministerio Público continúe su guerra jurídica, siempre y cuando lo haga “dentro del marco de la ley”. Esta ambigüedad legal crea un terreno fértil para que la persecución legal persista, generando un dilema donde la justicia se convierte en un arma de doble filo, capaz de defender y atacar según la interpretación que se le dé. En medio de esta turbulencia jurídica, la resistencia ante la presión internacional se presenta como un acto inquebrantable, incluso religioso, de defensa de la soberanía nacional, cuyas verdaderas consecuencias aún está por desvelarse.
La Paradoja Política: La Defensa del Status Quo Corrupto y el Discurso de la Intervención Imperialista
Paralelamente a la intensificación de la presión internacional, los defensores del sistema corrupto han adoptado un discurso que alguna vez fue distintivo de la izquierda: argumentan que la diplomacia de Estados Unidos constituye una intervención imperialista en los asuntos internos y soberanos de Guatemala. El discurso de Washington sobre la promoción democrática parece encontrar sus límites en las mismas fuerzas de derecha, ya sean autoritarias o populistas, que, de alguna manera irónica, Washington ha contribuido a crear a lo largo de los años.
Esta paradoja política revela las complejidades y contradicciones inherentes a las relaciones internacionales y la política global. Mientras Washington busca promover la democracia y la transparencia, como parte de un despliegue global de sus intereses contra la influencia de China o los BRICS, los actores locales defienden el discurso de la soberanía nacional, alegando que cualquier intervención extranjera es una amenaza a la autonomía del país y adoptando un discurso muy parecido al que una vez articuló en Guatemala gente como Mario Roberto Morales y que hoy siguen articulando algunas organizaciones y movimientos sociales en Guatemala. Este giro retórico no solo desafía la narrativa tradicional, sino que también ilustra cómo la diplomacia estadounidense puede ser instrumentalizada por fuerzas que, en última instancia, buscan preservar estructuras corruptas y mantener el statu quo. En este juego político complejo, en este mundo de espejos -como lo llama Naomi Klein- la verdadera naturaleza de la democracia y la intervención extranjera se convierte en un terreno donde las líneas entre lo correcto y lo erróneo se difuminan peligrosamente. Y esto es algo que está aprovechando la ultraderecha en Guatemala.
El Sentido Kafkaesco: Cuando la Realidad Supera la Ficción
En este drama legal, el sentido kafkaesco se revela en la absurda realidad que supera cualquier imaginación literaria. La burocracia de la muerte democrática se convierte en un laberinto sin salida, donde la inocencia no garantiza la libertad y la verdad se desdibuja entre las sombras de la manipulación.
En Guatemala, la lucha por la justicia se ha convertido en una batalla contra un sistema, un proyecto político de restauración total de corrupción e impunidad, que solo se ha vuelto más vicioso y perverso a medida que se agudiza la crisis de hegemonía que le dio vida y avanzan las luchas y procesos que amenazan con enterrarlo. En este laberinto kafkaesco, por tanto, la esperanza y la resistencia se entrelazan, alimentando la llama de aquellos/as que sueñan con un país donde la justicia no sea una quimera, la democracia finalmente florezca y la Nueva Primavera nos permita construir otra Guatemala posible.