En un comentario anterior mencioné a los “jinetes del apocalipsis” de los que nos habla el filósofo Slavoj Žižek. Los “cuatro jinetes” de este apocalipsis moderno son la crisis climática y ecológica, las consecuencias de la revolución biogenética e informática, los desequilibrios internos del sistema y el crecimiento explosivo de las divisiones, exclusiones y rupturas sociales.
Hoy quiero comenzar con la primera parte de una serie de tres comentarios sobre la crisis climática y ecológica, seguida la próxima semana de una segunda parte sobre la ruptura metabólica que produce el capitalismo y, en dos semanas, la tercera parte sobre el negacionismo climático.
El argumento de esta primera parte es que la crisis climática es una realidad y no una conspiración izquierdista o globalista como lo plantean sectores empresariales negacionistas en conjunción con la extrema derecha.
El Sexto Informe de Evaluación del IPCC (AR6) ofrece un balance integral del estado actual del conocimiento sobre el cambio climático, sus impactos, y las posibles vías para la mitigación y adaptación. A continuación, resumo los principales resultados del Informe de Síntesis AR6 y sus implicaciones específicas para países como Guatemala.
El calentamiento global ha alcanzado aproximadamente 1.1°C por encima de los niveles preindustriales. Y muchos científicos/as ya han dicho que el planeta podría romper la barrera de 1.5°C en menos de una década.
Las actividades humanas, especialmente las emisiones de gases de efecto invernadero por la máquina del capitalismo neoliberal globalizado y los estilos de vida insostenibles que esta máquina fomenta, son la principal causa del calentamiento observado desde mediados del siglo XX. Y con el calentamiento ya acumulado hasta el presente estamos siendo testigos de eventos climáticos extremos.
Los cambios en el clima están afectando a todos los sistemas naturales y humanos, con impactos ya observados en la biodiversidad, los océanos, los recursos hídricos y la seguridad alimentaria.
El Informe AR6 proyecta que los eventos climáticos extremos, como olas de calor, lluvias intensas, y sequías, se volverán más frecuentes y severos. Y, por supuesto, afectarán más drásticamente a los países y comunidades menos preparados o más pobres.
Las regiones tropicales, como Centroamérica, enfrentan riesgos significativos debido a su alta vulnerabilidad, baja capacidad adaptativa y escasas políticas encaminadas no solo a reaccionar ante los eventos climáticos extremos, sino a anticiparlos y minimizar sus impactos sobre las poblaciones más vulnerables.
Se espera que los países llamados “en desarrollo” – países excoloniales, periféricos, dependientes y altamente endeudados – sufran desproporcionadamente los efectos adversos del cambio climático.
Para limitar el calentamiento a 1.5°C o 2°C, según el Acuerdo de París de 2015, urge una reducción rápida y sostenida de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto debe ocurrir sobre todo en los países ricos, pero no puede ignorarse tampoco en los países pobres.
Si bien es cierto que la adaptación es esencial para gestionar los riesgos climáticos actuales y futuros, especialmente en las regiones más vulnerables, también lo son políticas sociales, ambientales y climática deliberada y planificadamente orientadas hacia una transición verde con justicia y equidad.
De hecho, creemos que la equidad, la justicia climática, y la consideración de las desigualdades son fundamentales en las estrategias de mitigación y adaptación. El Informe de Síntesis AR6 así lo reitera. Pero los países en desarrollo, periféricos y altamente dependientes del capitalismo globalizado como Guatemala necesitan apoyo financiero, tecnológico y de capacidad para implementar acciones climáticas efectivas.
El Secretario General de la ONU António Guterres dio un discurso reciente ante las Naciones Unidas en el cual hizo un anunció absolutamente urgente, apocalíptico, para todo el mundo. Aquí la síntesis de un reporte sobre dicho discurso:
Nuevos datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) muestran que hay un 80% de posibilidades de que el planeta supere los 1,5 °C (2,7 °F) en un calentamiento superior a los tiempos preindustriales en al menos uno de los próximos cinco años calendario. Los últimos 12 meses ya han superado este nivel, con una temperatura global promedio 1,63 °C (2,9 °F) más alta que el promedio preindustrial desde junio de 2023 hasta mayo de este año, luego de una serie de meses con calor sin precedentes, según el El sistema de seguimiento Copernicus de la Unión Europea.
Los gobiernos acordaron en el pacto climático de París de 2015 limitar el aumento de las temperaturas globales a 1,5 °C para evitar olas de calor en cascada, inundaciones, sequías y otros impactos ruinosos, y aunque un solo año más allá de este límite no significa que se haya perdido el objetivo, los científicos esperan ampliamente que esto suceda en la próxima década.
Según la OMM, existe aproximadamente un 50% de posibilidades de que el período comprendido entre 2024 y 2028 promedie un calentamiento global superior a 1,5°C. “Estamos jugando a la ruleta rusa con nuestro planeta”, dijo Guterres, conocido por su lenguaje estridente sobre la crisis climática, a una audiencia debajo de un modelo suspendido de 94 pies de una ballena azul en el Museo Americano de Historia Natural. “Necesitamos una rampa de salida de la autopista hacia el infierno climático".
En referencia al lugar de su discurso, Guterres dijo que al igual que el meteorito que acabó con los dinosaurios, estamos teniendo un impacto descomunal. En el caso del clima, no somos los dinosaurios: somos el meteorito. No sólo estamos en peligro: nosotros somos el peligro”.
Guterres insistió en que el objetivo de 1,5 °C era “todavía casi posible”, pero dijo que era necesario un esfuerzo mucho mayor por parte de los países para reducir las emisiones de carbono, impulsar la financiación climática para los países más pobres y que los gobiernos convirtieran a la industria de los combustibles fósiles en parias. , los medios de comunicación y otras empresas por su papel en provocar la crisis climática.
“Los padrinos del caos climático –la industria de los combustibles fósiles– obtienen ganancias récord y se deleitan con billones de dólares en subsidios financiados por los contribuyentes”, dijo. “Es una vergüenza que los más vulnerables se queden abandonados, luchando desesperadamente para hacer frente a una crisis climática que no hicieron nada por crear.
“No podemos aceptar un futuro en el que los ricos estén protegidos en burbujas con aire acondicionado, mientras el resto de la humanidad sea azotado por un clima letal en tierras inhabitables”.*
¿Qué implicaciones tiene la crisis climática para Guatemala?** Podemos resumir esta problemática del siguiente modo:
Guatemala, con su economía todavía predominantemente agraria, es altamente vulnerable a los cambios en los patrones de precipitación y temperatura. La sequía y la variabilidad climática ya están afectando negativamente la producción agrícola, amenazando la seguridad alimentaria sobre todo entre los grupos subalternos más vulnerables.
El aumento en la frecuencia y severidad de eventos extremos, como huracanes e inundaciones, ya está causando daños significativos a la infraestructura, las viviendas y las comunidades rurales. Toda planificación pública y también privada debe tomar en cuenta los signos de estos tiempos.
La disponibilidad de agua es una preocupación crítica. La alteración de los patrones de lluvia y el aumento de las temperaturas la están reduciendo la disponibilidad de agua, afectando tanto a la agricultura como al consumo urbano. La falta de una Ley de Aguas que regule este recurso precioso es un grave problema y el avance del capitalismo extractivista está exacerbando la escasez, acaparación, contaminación y pérdida del agua.
El cambio climático ya está exacerbando problemas de salud pública en Guatemala, incluyendo enfermedades transmitidas por vectores (como la epidemia del dengue ya presente en Guatemala y el empeoramiento de la malaria) y el estrés térmico (golpes de calor, etc.). Toda inversión en la sanidad pública debe planificarse tomando en cuenta los nuevos desafíos de la crisis climática.
Las condiciones climáticas adversas ya están incrementando la migración interna y transfronteriza, ya que las personas buscan escapar – como lo han hecho por milenios – de las áreas más afectadas por el cambio climático. Toda negociación con los gobiernos de México y Estados Unidos debe tomar en cuenta el impacto de la crisis climática sobre la mal llamada “migración irregular”. Esto es en parte también el resultado de la continua responsabilidad de los países ricos en las emisiones acumuladas de gases de efecto invernadero, del hecho que siguen siendo los principales responsables de las emisiones existentes y de que monopolizan las soluciones tecnológicas existentes para mitigar los efectos de la crisis climática en países como Guatemala. Es muy irónico que Estados Unidos le cierre sus puertas a los migrantes con es Estados Unidos uno de sus principales causantes.
Finalmente, Guatemala, con su rica pero muy amenazada biodiversidad, tiene una gran oportunidad de enfrentar la pérdida de especies y la degradación de ecosistemas vitales debido al cambio climático. Pero esto debe ser parte de una estrategia nacional de protección y conservación de la todavía rica fauna silvestre del país.
Los desafíos inmediatos para el nuevo gobierno
El gobierno de Bernardo Arévalo y Karin Herrera tienen enormes desafíos políticos y todavía más grandes desafíos ambientales y climáticos. En la segunda y tercera parte de estos comentarios tendremos ocasión de profundizar en cuanto a los desafíos sistémicos e ideológicos que confrontan al nuevo gobierno. Pero aquí queremos señalar la urgencia de articular e implementar políticas climáticas justas, robustas y capaces de fortalecer la gobernanza ambiental democrática y participativa para gestionar los riesgos climáticos de manera efectiva. El papel de las comunidades indígenas, campesinas, así como de los sectores más vulnerables en los centros urbanos es vital para el desarrollo de políticas que gocen de legitimidad y efectividad práctica.
Urgen promover prácticas agrícolas resilientes al clima, como el uso eficiente del agua, la agroforestería, la diversificación de cultivos y, en general, la agroecología. Esto debe ir seriamente acompañado de una decrecimiento planificado de las prácticas extractivistas y expoliadoras que han causado muchísimo daño al medio ambiente de Guatemala y han terminado con bosques, contaminado aguas, acaparado territorios y sembrado la división y la discordia social.
Urge desarrollar y mantener infraestructuras resilientes que puedan soportar los impactos de eventos climáticos extremos. Dado mucho de lo que ha ocurrido con los proyectos de infraestructura en los últimos dos gobiernos, Guatemala parece estar muy poco preparada para responder a este desafío de modo coherente y eficiente.
Las nuevas autoridades educativas del país deben aumentar la educación y la conciencia pública sobre el cambio climático para fomentar una mayor participación comunitaria en las acciones de adaptación, mitigación y transición energética justa y equitativa. Esto no es algo que pueda esperar los niveles superiores de educación para socializarse.
Finalmente, el país debe buscar cooperación internacional y financiamiento para proyectos de mitigación, adaptación y transición justa, aprovechando fondos climáticos globales y asociaciones con otros países que de verdad tengan interés en contribuir a que el país enfrente estos desafíos, pero sin atar las manos del Estado, por ejemplo, a los Acuerdos de Libre Comercio. Es en este sentido que una relación con China es potencialmente más fructífera que una relación con Taiwán.
El Sexto Informe de Evaluación del IPCC, así como el Secretario General de la ONU António Guterres, subrayan la insoslayable urgencia de abordar seriamente la crisis climática a través de acciones inmediatas, ambiciosas y audaces, poniendo la acción pública y democrática al centro del proceso. Para países como Guatemala, las implicaciones son significativas y contundentes, requiriendo una combinación de estrategias de adaptación, mitigación y transición justa y equitativa para proteger a sus comunidades, economías y ecosistemas del impacto creciente y apocalíptico de la ya presente crisis climática.
* Este comentario apareció por primevera vez en ePinvestiga el 8 de junio de 2024. La edición presente ha sido brevemente ampliada con enlaces y referencias.
** Ver también el reporte de Pia Flores para Plaza Pública titulado “La crisis climática es una emergencia de derechos humanos”.